LA LLEGADA DE MI HIJA

Justina nació a las 35 semanas de gestación, el 6 de julio de 2007 a las 19:25 por cesárea y pesó 2.240 kg. En el quirófano había 12 personas, recuerdo a los obstetras Hugo Páez y Jorge L. Corbelli, a los cirujanos Javier Svetliza y Javier Escalante, a los neonatólogos Rubén Bascolo y Susana Iracelay, a la enfermera Daniela, el anestesiólogo que me guiñaba el ojo para indicarme que todo iba bien y la instrumentadota quirúrgica Silvina que me contuvo desde que entré hasta que salí.
Una vez que nació la pusieron sobre mis piernas y le introdujeron los intestinos, yo no veía nada, sólo escuchaba a los médicos hablar muy serenos.
Al rato veo que el Dr. Svetliza está de brazos cruzados, le pregunté qué pasaba y me dijo que ya habían terminado y que sólo faltaban que me cierren mi herida.
Al ratito me mostraron a Justina, chiquita, preciosa, con los puntos en su abdomen, toda desnudita e indefensa pobrecita. Le di un besito, y luego dos besitos más y se la llevaron a la neo.
Recién pude volver a verla 12 hs después. Yo no caía que esa era mi hija, incluso creo que hasta pasados 1 o 2 días no me daba cuenta de lo que estaba pasando. En ningún momento me puse triste o lloré, yo estaba muy esperanzada y sabía que todo estaba bien.
Los días fueron pasando y empezó a sentirse el agotamiento, el ir cada 3 hs a la neo, sacarme leche, tener la panza y los brazos vacíos, no poder levantarla, verla adentro de la incubadora, atada a 4 cables, sin ropa, con un pañal y nada más. La angustia empezó a notarse pero había que ser fuertes.
Al día 10 empezó a tomar leche por sonda, pero dos días más tarde tuvieron que suspenderla porque no la estaba tolerando bien. Estábamos retrocediendo.
Además se agarró una infección intrahospitalaria que derivó en un proceso respiratorio (con bronco espasmo agudo incluido), le hacían kinesioterapia, le aspiraban los moquitos, la nebulizaban. Yo no estaba preparada para eso, nadie me dijo que se podía resfriar en la neo.
En fin, entre cultivos y hemogramas descubrieron que tenía un gram negativo, la medicaron y a los pocos días Justina volvió a tomar leche, luego teta, un día después le sacaron la sonda y sólo estaba conectada al suero y al sensor que indicaba las pulsaciones.
Ya estábamos en la etapa final, ya nos íbamos a casa y la felicidad empezaba a asomarse en mi rostro. Incluso los médicos y enfermeras me decían cómo se notaba la diferencia de humor en mi cara.
A Justina le dieron el alta el 4 de agosto, 28 días después de su nacimiento. Estoy casi segura de que si no se hubiese infectado, hubiese estado en casa al menos 10 días antes. Pero esto fue lo que le tocó pobre ángel.
estamos felices de tenerla en casa y deseo que quienes tengan a sus bebés con gastrosquisis puedan enterarse que hay métodos como este que aseguran un menor tiempo de recuperación.

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